Pocos artistas suscitan tanto interés como el maestro Leonardo. Mente aventajada de su época que puso los engranajes de toda una ingeniería artística que aún hoy, nos llena de admiración pero también de inquietud. Por ejemplo, ¿Sabías que Leonardo da Vinci escribía al revés? Se sabe también que el genio florentino tenía una macabra obsesión con los cadáveres. Pero su admiración no se nutría en absoluto por ninguna filia enfermiza, lo suyo era curiosidad. Una gran curiosidad por adentrarse en los íntimos entresijos del ser humano.

De lo que hizo en esas madrugadas entre las sombras de su laboratorio personal, solo son testigos sus cuadernos… y quienes le suministraban «la materia prima». Toda una historia a lo Robert Louis Stevenson, sin duda.

El interés por la anatomía de Leonardo da Vinci

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Debemos ponernos en contexto. Estamos en pleno siglo XVI, años oscuros para la medicina, ahí donde cualquier mente curiosa que corriera el riesgo de excederse más allá de los férreos códigos establecidos por la Iglesia, se arriesgaba a ser castigado como nigromante, y adorador del Diablo.

Pero la verdad es que poco le importaban a Leonardo da Vinci los cánones de la Iglesia. Se sabe que ocupaba muchas de sus noches en aquella su pasión favorita: diseccionar cadáveres. Y debía hacerlo rápido. En cuanto le proporcionaban un cuerpo el maestro debía actuar con celeridad antes de que los cuerpos se corrompieran. Carecían de sistemas de refrigeración, y en poco tiempo los cadáveres acababan hinchándose perdiendo todo interés científico para Da Vinci.

Su mente tenía un solo objetivo: conocer todo secreto de la naturaleza. Su mente ahondaba en los secretos de las matemáticas, la física, la astronomía… ¿por qué no conocer también los fascinantes entresijos que rigen lo que él llamaba como  «maravillosa máquina humana?

Fue ya cumplidos los cincuenta y durante su etapa milanesa, cuando pudo saciar sus ansias de conocimiento anatómico. Hasta el momento, solo había experimentado con cadáveres de animales, pero fue a partir de entonces cuando logró llenar lineas y lineas en sus cuadernos con sus descubrimientos. Aún hoy, podemos leer en sus legados escritos frases como «He diseccionado ya más de diez cuerpos».

El fin de unas prácticas arriesgadas

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En ocasiones obtenía permisos de algún hospital que accedía a ofrecerle algún cuerpo. La mayoría eran personas que fallecían y que nadie reclamaba, aunque también pudo disponer de numerosos cuerpos de criminales que habían sido ejecutados públicamente.

Todas sus escrupulosas anotaciones, y muchos de sus dibujos se conservan hoy en día en la colección Windsor, todo un legado de una mente curiosa – o supercuriosa- que sigue admirándonos. Pero seguro que te preguntarás si en algún momento, nuestro maestro florentino recibió algún tipo de castigo o advertencia por sus prácticas. Desde luego. Desde luego que ocurrió. Fue en la ciudad santa, en Roma, cuando decidió trasladarse temporalmente a esta ciudad para iniciar unos proyectos personales.

Fue aquí donde fue recibido por el Papa León X, un Médici con el que Leonardo se llevaba bien porque en el pasado, ya había trabajado con su padre, Lorenzo el Magnífico. Tal fue la amistad establecida entre ambos que el Papa le ofreció unas habitaciones en el mismo Vaticano para que trabajara allí de modo regular. Le dio una renta, y un par de ayudantes.

Y obviamente Leonardo lo aprovechó; avanzó con muchas de sus pinturas, pero no abandonó en ningún momento sus proyectos científicos. Esos que le obligaban a desparecer por las noches y a trabajar en soledad. ¿Qué ocurrió entonces? Lo inevitable. Sus propios ayudantes lo delataron y declararon ante el Papa todas esas oscuras aficiones del maestro por practicar disecciones.

Afortunadamente el Papa León X apreciaba demasiado a Da Vinci como para castigarlo, así que se limitó a imponerle una clara advertencia: que jamás siguiera con aquellas prácticas sacrílegas e inaceptables. Leonardo aceptó, pero para entonces ya contaba con bastantes logros personales. Sabía cómo funcionaba la circulación de la sangre, diferenciando la sangre arterial de la venosa. También sabía bastante sobre la formación del feto humano y el funcionamiento del sistema genitourinario.

Aspectos, que tardaría casi un siglo en descubrirse por parte de la ciencia.