A no ser que seas Adán, Eva o el clon de alguna persona seguro que estás de acuerdo con esta afirmación: ¡Todos fuimos procreados por una mujer y un hombre! Por ende, somos herederos de la mitad del ADN de cada uno de nuestros progenitores y somos portadores de “marcas” maternas y paternas gracias a las cuales podemos vivir.

Imagina que dos mujeres quisieran procrear una hija y haciendo uso de las técnicas genéticas adecuadas lograran crear un embrión que tuviera la mitad del ADN de cada una, ¿Crees que este embrión conseguiría desarrollarse normalmente? ¿Son necesarios el ADN masculino y el femenino en un individuo?

Sigue leyendo y descubre la razón de por qué hombres y mujeres son necesarios en el proceso de procreación.

Nuestro juego de cromosomas

Si quisieras transportar un hilo de aproximadamente 1 Km esparcido en un campo de fútbol, evidentemente se te ocurriría hacer uno o más ovillos antes de moverlo. De la misma manera se comporta la naturaleza con nuestro ADN. Cuando una célula de nuestro cuerpo desea dividirse y por ende necesita hacer una copia de su ADN, este último se enrolla en “ovillos” o mejor llamados ‘cromosomas’, los cuales permiten que la duplicación del material genético sea más fácil de realizar y a su vez reparten el material genético de forma proporcional.

Todas las células de nuestro cuerpo tienen en su núcleo un total de 46 cromosomas (44 somáticos y 2 sexuales) excepto las células germinales, como los espermatozoides u óvulos, que solo cargan la mitad de cromosomas y terminan completando “el juego cromosómico” que todos poseemos en la fecundación.

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Arte urbano con el ADN como protagonista
¿Qué es la impronta?

Durante la fecundación se forma un único núcleo por la unión de los pronúcleos del espermatozoide y óvulo. Fue antes de la unión de los pronúcleos que por medio de una técnica llamada “transferencia nuclear” se consiguió cambiar en laboratorio el pronúcleo masculino por uno femenino obteniéndose un ginogenonte (únicamente genoma femenino), y el pronúcleo femenino por uno masculino dando como resultado un androgenonte (solo genoma masculino); al hacer el seguimiento de estos embriones se observó que ambos tipos se desarrollaron de forma errónea y murieron.

Sin embargo, los defectos generados fueron diferentes en cada caso y mientras un embrión desarrollaba una estructura de forma normal el otro no lo conseguía y viceversa, es así que se concluyo el ADN masculino y femenino son determinantes en el desarrollo normal y viabilidad de los embriones. Es quizás por este hecho que los procesos de clonación en mamíferos son ineficientes, ya que los núcleos somáticos utilizados para la transferencia nuclear no tienen los patrones de impronta necesarios para la viabilidad embrionaria.

El fenómeno involucrado con el hecho anterior fue denominado ‘Impronta’, derivado del término “marcaje”, en alusión a que los genes poseen una marca de activación o desactivación de origen paternal; es decir ciertos genes heredados por el individuo están activados en el cromosoma del padre y desactivados en el cromosoma de la madre o viceversa, siendo esto determinante en el desarrollo de los individuos. La impronta solo afecta el 1% de los genes autosómicos y esta se desarrolla durante la gametogénesis, en testículos u óvulos, a través de modificaciones en las histonas (proteínas que acompañan nuestro ADN). El primer paso es el borrado de todas las improntas heredadas para luego realizar un nuevo marcaje mediante el cual los genes llevaran su marca paternal correspondiente, por ejemplo las improntas maternas que herede un varón serán transmitidas a su descendencia como paternas y así sucesivamente.

Un claro ejemplo de la impronta genómica es el siguiente: La pérdida de una región del cromosoma 15 puede provocar dos tipos de síndromes, en el caso de que el cromosoma afectado sea de origen paterno el individuo desarrollara el síndrome de Prader-Willi y si por el contrario es de origen materno el síndrome adquirido será el de Angelman. En otras palabras, por medio de la impronta nuestro organismo es capaz de discriminar entre ADN materno y paterno.