Corría el año 1887 y un niño de nueve años andaba con su triciclo de un lado a otro del vecindario. Las calles bacheadas de Belfast producían un molesto traqueteo en el triciclo con ruedas de plástico macizo. El niño se paró junto a su padre, puso su mejor cara de enfado y le dijo que no soportaba el molesto ruido que hacían los ruedines de su triciclo al golpear contra el suelo.

Gracias a este momento, la vida de ambos cambió para siempre…

El padre que inventó sin querer el neumático

A John Boyd Dunlop (veterinario e inventor) se le quedaron grabadas las palabras de su hijo en la cabeza. Se propuso buscar una solución para que los ruedines dejaran de hacer ruido y se le ocurrió la brillante idea de inflar un tubo de caucho, sujetarlo a la llanta del triciclo y envolverlo en una lona para protegerlo. Acababa de “nacer” el primer neumático de la historia.

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Fotografía de John Boyd Dunlop

Este invento sustituyó rápidamente a la mayoría de las ruedas que hasta entonces usaban piezas macizas. El neumático no sólo mejoró el ruido que provocaban sino que también ayudó a conseguir un mayor agarre y amortiguación.

Si has estado atento al apellido del padre, te habrás dado cuenta de que él fue el fundador de la compañía Dunlop Tyres, compañía que acabó convirtiéndose en la enorme multinacional que hoy todos conocemos. La pena es que a pesar de haber sido uno de los mayores inventos de la industria automovilística, a causa de problemas de patentes y malas decisiones en la compra-venta de acciones, John Boyd murió prácticamente arruinado en un suburbio al sur de Dublín.

Gracias a ese momento padre-hijo nació uno de los componentes esenciales para la expansión del transporte terrestre que ha perdurado hasta nuestros días.